¡Compañeras a la calle!


Ayer 8 de marzo volví a salir a la calle, reivindicando los derechos de las mujeres trabajadoras y la igualdad entre mujeres y hombres, porque, insisto, aún vivimos en una sociedad dominada por el patriarcado en el que predomina las violencias machistas estructurales contra nosotras (las que se ven y las que no se ven).. Es por ello que, como educadora social reivindico el tejido asociativo y la participación ciudadana como eje vertebrador de la lucha por unas políticas de igualdad efectivas y reales que acaben con las desigualdades estructurales que generan violencia. 

Es imprescindible que las asociaciones de mujeres, asambleas feministas, asociaciones LGTBI, asociaciones juveniles, asociaciones de vecinos... o en otras palabras toda forma de participación ciudadana se implique en las movilizaciones sociales en pro de la igualdad y de los derechos humanos, porque recordemos que aún hay mucho camino por recorrer y si no estamos todas juntas en dichas movilizaciones, no podremos lograr avanzar en materia de derechos. 

Salir a la calle a movilizarse implica que una persona realmente está comprometida a cambiar la situación; está movilizándose para que haya un impacto real en la sociedad. Si bien es cierto que está bien que se haga otras actividades de convivencia, pero esas actividades de convivencia deberían estar acompañadas de actos reivindicativos que se muestre que la ciudadanía exige cambios urgentes para acabar con las situaciones de desigualdad. Pues ese es el significado del 8 de marzo.

El 8 de marzo NO es un día para celebrar, es un día para reivindicar y recordar que aún estamos lejos de la igualdad, que las políticas actuales deberían mejorarse y adaptarlas a los nuevos tiempos que están entrando. La sociedad es dinámica y con ella la política también debería avanzar. 

Pero por desgracia ahí está la ultraderecha que quieren llevarnos a un retroceso brutal en derechos y en igualdad. Esa ultraderecha nostálgica que cree que "los tiempos pasados siempre fueron mejores". Pero para eso está la juventud, para recordarles que los tiempos cambian y para decirles que debemos avanzar para crear una sociedad mejor y más justa. La juventud puede ser un motor de cambio y la Educación Social la herramienta más poderosa para propiciar ese cambio a mejor que necesitamos.

Por eso también las mujeres jóvenes debemos seguir luchando para que el feminismo llegue a todas partes: a nuestras casas, a nuestros barrios, pueblos, ciudades, al instituto, a la Universidad, al centro de trabajo, a nuestras amistades...  

Para crear una sociedad más justa, participativa y feminista, hace falta una Educación Social feminista que dinamice y se involucre en el proceso participativo de la ciudadanía desde lo local a lo global. 

La Educación Social será feminista, o no será. 

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